La experiencia de los viejos.
Los jóvenes trabajaban con los arugbos en la construcción de los ilé, pero no
ganaban lo que ellos creían merecer, a pesar de que hacían los trabajos más
fuertes y menos calificados.
Además tenían que someterse a la dirección de los
viejos que, según ellos, eran, majaderos e intransigentes.
Por eso decidieron
separarse y trabajar por cuenta propia.
Fue así que comenzaron a fabricar muchas casas muy rápido y el pueblo estaba
contento, hasta que un día cayó un fuerte aguacero y las casas que habían
fabricado los jóvenes se vinieron abajo.
Toda la población se quejó a Olofin de lo que había sucedido y cómo se habían
quedado sin casa.
Olofin bajó a la Tierra, y llamó a los viejos y a los jóvenes y le pidió a cada
grupo que construyera una casa, para él ver quiénes la construían mejor.
Después de una jornada de grandes esfuerzos, los jóvenes terminaron su casa y
los viejos la suya.
Olofin inspeccionó las casas construidas y le
parecieron tan iguales que decidió reunir a los dos grupos para preguntarles
cuál era la diferencia.
–Si las casas que hacen los jóvenes son iguales a las que hacen ustedes –dijo
Olofin a los viejos–, ¿por qué se caen cuando llueve?
–Muy fácil –contestaron los viejos–.
Ellos ponen todas las tejas boca abajo en vez de poner una boca abajo y
otra boca arriba.
¡Olofin comprendió que los viejos tenían mayor experiencia,
porque habían vivido más y desde entonces los autorizó para que fueran ellos
quienes dirigieran a los jóvenes y dijeran cuándo estaban capacitados para
hacerse operarios.