EL TESORO DE IROSO
Había un hombre que se encontraba muy mal de
situación.
Por donde quiera que metía la cabeza todo le salía
mal.
Un día decidió ir a ver a Orula para que lo
registrara.
El adivino le dijo que su desgracia venía por su
propia cabeza, que había sido malagradecido y por eso ahora tenía a la Muerte
atrás. Para salvarlo le indicó hacer rogación con una lata de epó, dos
gallinas, dos pollos y la ropa que llevaba puesta, y luego ponerla al pie de un
árbol seco.
Cuando hiciera esto sentiría un ruido muy grande
pero que no se asustara y mirara a ver por qué se había producido.
Mucho sacrificio tuvo que hacer el hombre para obtener las cosas necesarias
para el ebó, pero al fin lo hizo.
Buscando un árbol seco para depositarlo, llegó al
jardín de un castillo en ruinas, donde encontró el lugar apropiado.
No más viró la espalda y un ruido estremecedor le
hizo correr, pero recordando las palabras del sabio regresó al lugar.
Al pie de un muro recién caído encontró un gran tesoro, propiedad del antiguo
dueño del lugar y que nadie había podido descubrir.
Cuando la fortuna sustituyó a la miseria, el hombre se tornó vanidoso y olvidó
a Orula, así como a todos los que lo habían ayudado, por su felicidad duró
poco, pues volvió a quedar en la pobreza, ahora para siempre.