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martes, 9 de febrero de 2010

LOS OTANES

LOS OTANES
Esta fuerza, esta energía se robustece por la veneración de los hombres, por ello se hacía indispensable mantenerla, preservarla y utlizarla en provecho de los seres que aún se mantenían en el mundo de los vivos, sin reconocer limitaciones para influir sobre el curso de los acontecimientos en beneficio propio se valían de objetos de la naturaleza con los cuales elaboraban un "fundamento", una cazuela que pudiera contener los otanes, las piedras sagradas que se cree están habituadas y donde residen las deidades, que sin tener ni abrir sus bocas son capaces de revelas la voluntad de sus designios; piedras de pertenencia particular imbuidas de su personalidad, donde se guardan su influencia, su parecido y su tensión mágica, que pueden ser distinguidas por su material, su color, su forma y hasta su número, conservando así el poder, la energía de ese ancestro para venerarlo y rendirle ofrendas; ya que los hombres somos demasiado olvidadizos con los dioses a quienes hemos formado a nuestra imagen y semejanza.
A estos ancestros divinizados convertidos en Orishas, viejas historias los recuerdan asentados en grandes fortalezas rodeados de su corte, refiriendo hechos donde se les atribuían poderes para controlar determinadas fuerzas de la naturaleza, narrando sucesos en los cuales sus conjuros eran capaces de obligar a las lluvias a obedecerles, a ellos les fue concedida la posibilidad de ejercer ciertas actividades y era fama que por sus capacidades ilimitadas podían utilizar los conocimientos sobre las propiedades de las plantas en curaciones de diversa índole tornandose así en verdaderos curanderos con poderes confiables para quien los invocaban.
Una religión para considerarse como tal sólo podrá ser aquella que abarque el mundo circundante, será una religión universal que nos atañe a todos, aquella que reconoce un creador singular, un dios único, un mismo origen, pero suele ser este dios demasiado volátil, estar demasiado alejado del mundo de los hombres para que estos puedan establecer contacto directo con él, acaso son necesarios ciertos intermediarios, ciertas entidades con poderes propios, con vínculos suficientes para establecer esta relación perdida, ese conocimiento o contacto con la entidad suprema, divinidades que han el papel de correa de transmisión entre lo humano y lo divino, adoptando diferentes modalidades, diversidad de cultos con lo cuales se le veneran, llámense estos, santos en el catolicismo, o quizás espíritus para los espiritistas, Hekuras para los indígenas, u Orishas para los negros Yorubas.
Tabaré Güerere
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